De Santiago MataMoros a Santiago MataRojos: la historia de Lenin como el «moro-mierda» necesario

Lenin

«No me pegues, Santiago, que llevo gaf… materialismo dialéctico» (fuente: estepdf.)

En un anterior post/capítulo de esta sitcom llamada GAS, os hablamos de Santiago, como patrón de Ejpaña, como primer esqueleto que hizo Erasmus en la Tardoantigüedad y como Mata-moros (o Mata-indios, según toque, yé-lo-que-hay). Aquí os traemos la breve historia del Santiago MataRojos de un pueblo de Huelva. Y es que, el malvado Lenin, además de adobar los bebés que su colegui/no-tan-colegui Stalin se iba a comer, recibió su merecido de manos del Santo Apostol (¡como no podía ser menos!). Vengan con nosotras y disfruten de  una de las mejores fusiones entre religiosidad, construcción de alteridades y bizarrismo franquista. Santiago, cierra España y muera Rusia. Santiago Carrillo y amén.

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Esto es Castaño de Robledo (Huelva, Andalucía) (fuente: porsolea)

Viajemos a Castaño de Robledo, pintoresco pueblo de Huelva. Allí debemos situar esta historieta simpática, cañí y un poquito vergonzante (sí, eso también).

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Iglesia de Santiago el Mayor (fuente: ayuntamiento.org.)

Al inicio de la Guerra Civil ejpañola, en ese toma-y-daca de un primer momento, ese ahora-te-conquisto-ahora-te-fusilo, que dominó (y aterrorizó) al país en aquel verano de 1936, en el onubense pueblo de Castaño de Robledo, la conflictividad era palpable. Se trataba de una posición aún en liza. Y así es que, el 28 de julio de 1936, un grupo de mineros y jornaleros de la zona, irrumpió en la iglesia de Santiago el Mayor, destruyó algunas imágenes e incendió el retablo. La imagen del Apostol, con su espada justiciera y su respectivo moro aterrorizado a los pies del caballo, ardió y se perdió. Se trató de un caso más de violencia anticlerical propio de aquel momento. (Ahora podríamos entrar a debatir sobre la «violencia subjetiva» y la «violencia objetiva» y la legitimidad de hechos como éste, etc., etc., pero, hablemos en serio: es agosto, hace calor, la sangría se me va a aguar y el agarrotamiento dactilar post-excavación que tengo ahora mismo, no me permite alargarme mucho… Así que, dejémoslo así por el momento).

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Santiago Matamoros, haciendo lo propio (fuente: wikipedia).

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Santiago MataIndios, haciendo lo propio (también) (fuente: ballandalus).

Pues bien, cuando el bando sublevado se hizo con el pueblo, comenzaron los trabajos de reconstrucción de la iglesia. El obispo de Pamplona del momento, Tomás Muñiz de Pablos, que casualmente era oriundo de esta localidad onubense, encargó una nueva escultura de Santiago, para que presidiese el nuevo retablo y que serviría de ejemplo vivo de la reconstrucción de la Nueva España. Pero, claro, cuando en tu bando, el «flanquista», tienes más de 30.000 «moros» luchando por tu «Cruzada Nacional», como que un Santiago nuevito pero matando moros a la vieja usanza… Pues, como que queda feo, oye. Tampoco es cosa de ofender a tus compis de armas, que luchan junto a ti contra los «sin-Dios», los rojales, los subversivos, los venezolanos chavistas, los de PabloIglesias, etc.

De esta forma, el obispo de Pamplona tuvo la gran idea de que quien aparecería aterrorizado bajo las temibles patas del caballo (blanco) de Santiago fuese el mismísimo Lenin. Sí, sí. Vladimir Ilich Ulianov, para los amigos. Bueno, más o menos. Básicamente se talló a un «rojo random», con un gorrito ruso, estrella roja, hoz y martillo y una antorcha propia de alguien que (obviamente) quema iglesias y demás templos en sus tardes tontas. La escultura es genial, si bien se echa en falta algún bebé asesinado a mordiscos como víctima necesaria del puñetero Lenin.

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El Rojo en cuestión, full color HD y apartado del conjunto escultórico (fuente: estawebfacha)

Durante décadas, el Santiago de Castaño de Robledo fue el «Santiago Mata-Rojos» y presidió las misas locales para regocijo de fachas y fachos. «Lamentablemente», al llegar la Transición ejpañola, las autoridades del pueblo decidieron eliminar al Rojo del conjunto, para así evitar conflictos con los comunistas. Y es que, al parecer, volvía a haber temor acerca de los «ardientes deseos» del sector poco-clerical del pueblo. Actualmente, la estatua del Rojo se halla en paradero desconocido y estas son las fotos que un mandril como yo ha podido encontrar por Internet. (Si alguien puede ampliar un poco más esta historia, pues se agradece, claro.) Y, al parecer (también), el bueno de Santiago, en su versión onubense, es el más pacifista de cuantos hay en el país, ya que blande su espada contra un enemigo invisible. El pobre caballo (blanco, claro) de Santiago no aplasta a nadie. Ya no hay enemigos. Vivamos felices en el País de la Piruleta, Avenida de la Golosina, etc.

Para acabar, cabe destacar cómo el «Otro», el subjeto/objeto que construimos en base a una alteridad que nos fortalezca y cohesione, puede cambiar, y de hecho cambia, evoluciona, digi-evoluciona o desaparece según nos interese. El ejército de Franco echó mano de las tropas coloniales y de reclutas musulmanes para ganar la Guerra Civil, todo ello con el honorabilisísimo objetivo de «salvar España». Y así es como, el nacionalcatolicismo surfeó sus contradicciones al más puro Marhuenda Style (por poner a un tertuliANO facha, al azar). En ese slalom ideológico, hubo que tomar medidas como ésta que suponían una (re)invención (un poco chusca) de la tradición (libro de La invención de la tradición, gratis, aquí), pero que podían funcionar (y así parece que lo hicieron). Si conocéis algún otro caso bizarro de creación de alteridades, manipulación ideológica y/o figuras religiosas que conviven en el magnífico espectro que hay entre lo absurder y lo mierder, hacédnoslas llegar por email y/o Facebook.

Cerramos, Santiago, cerramos.

Soyuz Gorri

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