Hipsters: machismo, elitismo y la decadencia de Occidente

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Tras el #movember llega el #deathember: consumismo atroz, quedabienismo familiar bajo el paraguas de un patriarcado de chimenea y manta, (no) laicismo de risa, la (no) polémica sobre el vestido de la Pedroche y la Navidad como eso-que-a-nadie-le-gusta-pero-todo-el-mundo-celebra. Hoy en el GAS, una «Arqueología del gafapastismo» y su conquista del espacio. 2016: Odisea en la tetería vegana…

Fotos de festivales, iPhones en terrazas de plazas, cafés y tés solidarios con quienes son explotadas para obtenerlos, selfies marcando tendencia, apoliticismo fanático, gafas de pasta, barbas (en teoría) descuidadas, árboles asfixiados por ridículos jerseys de punto, graffitis muy casual y muy cool… Una «subcultura urbana» abiertamente inofensiva frente al Poder. Todo esto y mucho más es lo que podemos definir como indie, hipster, gafapasta, alternativo… 

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Contraportada de Indies, hipsters y gafapastas: crónica de una dominación cultural (fuente: clasecontraclase).

Occidente envejece. Es un hecho. Nuestro balance demográfico es menos dinámico que Rajoy en modo runner. La televisión se llena de telenovelas que recrean los años 40, 50 y 60 para así contentar a una masa poblacional vieja y desactivada. (Con razón, luego votan de acuerdo con la creencia de que siguen en la España de 1957… Franquismo mediante). Somos una sociedad melancólica. Una sociedad vieja y conservadora. Una sociedad alzheimerizada que recuerda bien lo que desayunó hace décadas, pero que no es capaz de reconocer lo que tiene delante en el presente (crisis de refugiados, guerras por todo el mundo, victorias Trump y quiebras políticas mediante).

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Series para un Occidente viejo y nostálgico (Mad Men, Velvet, Amar en tiempos revueltos y Nire aitaren etxea… sí, en el País Vasco también estamos en ese plan).

El concepto de «juventud» se estira y estira como un chicle, porque precisamente nos aterra la vejez. Tenemos a treintañeros coleccionando comics y videojuegos en modo pathetic teenager, que no dudan en presentar sus gustos como «alta cultura» por dos razones: justificación de un consumismo infantilizado y elitismo intelectual. No nos reproducimos hasta los 40-y-tantos, porque todavía somos jóvenes para seguir consumiendo un ocio de «wow, es que viajar a Tailandia es toda una experiencia, deberías hacerlo…». ¡Con tu dinero, no te jode, ridículo instagrammer!

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Virgen a los 40 (2005) (fuente: ign).

Nuestra generación perdida (y hallada en un Starbucks) coge moldes estéticos propios de esos años 40, 50 y 60, se «abueliza», aunque parece no tener demasiado interés en el pasado ni en la memoria. La generación beat norteamericana, con Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg parece ser el referente de un grupo «vanguardista» de jóvenes que no la han leído. (Como para hacerlo: además de relatos y poesías memorables, hay coñazos pretenciosos y auto-condescendientes everywhere).

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Allen Ginsberg e Ignatius Farray. Adivinad quién es quién (fuente: fotogramas)

Vivir el Fin de la Historia empieza a resultar un poco pesado, aburrido y frustrante. 

Pero, bueno, parece que nos toca gestionarlo de la mejor manera.

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(fuente: revistaparaleer).

Hay un libro que alza la voz frente a un fenómeno de masas que precisamente quiere distinguirse de «la masa». Víctor Lenore, periodista del ámbito musical y todo un Darth Vader de lo indie (conoce bien el Lado Oscuro), nos regala vende un fantástico libro: Indies, hipsters y gafapastas: crónica de una dominación cultural (2014). Si Owen Jones, el Errejón british, nos hablaba de cómo la clase obrera era demonizada por parte de los medios y la política británica, Lenore nos cuenta cómo parte de esa clase, aunque precisamente sin conciencia de su clase, se apunta al carro de la distinción, el elitisimo y lo cool para colonizarlo (casi) todo. Nacho Vegas, en el prólogo de este libro lo resume casi todo en esta frase:

«La revolución no será emitida por Radio 3».

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Famoso encuentro entre Noel Gallagher (Oasis) y Tony Blair (OTAN) (fuente: huffingtonpost).

La apatía estuvo de moda en los años 90. El Muro de Berlín «había caído» y tener algún tipo de conciencia política podía resultar «ridículo». Toda una industria musical, con su salvaje merchandising, nos vendió un derecho a la pataleta que resultaba guay, pero que estaba vacío de contenido real. (Nirvana mediante). Como dice Víctor Lenore:

«No creo que sea casualidad que la década más glamurizada por los hipsters sea la de máxima derrota y desorientación de la izquierda.»

Los 90. La «década prodigiosa». (La «década perdida», en América Latina).

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Diacronías y rupturas: hipsters y mullets (fuente: fotoshumor).

Hay una diferencia sustancial entre «subcultura» y «consumo», si bien en el mundillo hipster se mete todo en una batidora digna de hacer mejunges «saludables y respetables con el medio ambiente»… Las «subculturas», en principio, seguían lo que Lenore llama «estrategias de ruptura», mientras que el consumismo hipster subraya unas «lógicas de distinción». Cualquier capullo con Spotify, un poco de dinero para ir de festis, un trabajo precario pero medianamente cool (algo que se pueda hacer en bici, como por ejemplo, el terrorífico mundo del reparto glover) y filosofía barata de lo emprendedor por un tubo se creerá un puñetero lord del siglo XIX cuando hable de grupos tan mediocres (y machistas) como Sidonie o La Casa Azul. De esta forma nos convertimos en «élites simbólicas, que hacen suyos los valores dominantes, incluso sin tener recompensa económica».

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Farmacia Juanse, en el molongui barrio de Malasaña (fuente: verpueblos).

El barrio madrileño de Malasaña es todo un observatorio de lo hipster como agente de «gentrificación», esto es, de cómo gente de «clase media-alta» coge un barrio algo cutre, lo maquilla y con las leyes capitalistas del mercado como coleguis, expulsa a esa masa informe y poco glamurosa que lo habitaba. Colonización de lo cool. Coolonización.

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«Fumables inofensivos». Buena síntesis de la situación, Juanse (fuente: objetivoviajar).

Hay referentes materiales, «rastreables» arqueológicamente, que parecen anticipar esa conquista indie del espacio. Uno de ellos sería el fenómeno del urban knitting o «ganchillo urbano» (o algo parecido…). Una idea anticuada de feminidad es puesta en valor, precisamente, anclándose en el ámbito privado como «espacio de la mujer» (reuniones de amigas, té y pastas), para luego hacer una tímida «reivindicación de lo público», pero a través de una plataforma expresiva marcadamente inofensiva en cuanto a apropiación y conflicto. Bucolización bonita y (poco) agresiva con el entorno.

Y… ¡espera un momento, joder! Todo esto significa que hay gente que emplea su esfuerzo y dinero en abrigar árboles, fuentes, esculturas o bolardos, ¡mientras (casi) nadie se preocupa por los miles de personas que duermen en las calles con apenas unos cartones como refugio! WTF!?!?! 

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Ya están aquí… Urban knitting en Lavapiés (fuente: madriddiferente).

Bueno, esto daría para muchísimo más. De hecho, tenemos mucho que contar sobre esto de la «Arqueología del gafapastismo», incluso metiendo teorías propias de la «arqueología simétrica» de por medio, pero para un post ya ha sido suficiente. Si os ha gustado, guay. Si no, que os den por saco. El GAS ya molaba antes de que fuese mainstream... (Y tal). En cualquier caso, os recomendamos el librito de Víctor Lenore, que eso sí que está muy bien.

Al comité organizador del Congreso AHJIS de Salamanca al que acudimos en abril de este año, tampoco le gustó nada todo esto y por eso nos rechazó el artículo para las actas.

Thank you, University of Salamanca!

Besis…

Soyuz Gorri

13 comentarios en “Hipsters: machismo, elitismo y la decadencia de Occidente

  1. Pingback: Derecho a la ciudad: militancia y calle | Grupo Arqueología Social

    • Hola Sergi,

      Gracias por leer con tanta… «atención» nuestro artículo. Es de agradecer el interés que muestras por el mismo.

      Aunque, a riesgo de poner en duda tu capacidad de comprensión de un texto breve y plagado de fotos como éste, nos gustaría aclarar que en ningún caso se habla de que los comics sean «cosa de patéticos adolescentes», sino que el centro de la cuestión es eso que Víctor Lenore llama las «lógicas de distinción».

      Coleccionar comics y juegos es totalmente legítimo. De hecho, abogamos por hacer desaparecer la idea de «frikismo» que siempre revolotea en torno a estas cuestiones. ¿Quién o qué es friki? ¿Por qué? Además, de igual forma, nos parece genial que se quiera desterrar la idea de «cultura popular» o «baja cultura» (con connotaciones negativas) con la que se suelen señalar estas expresiones culturales. En este mismo blog a menudo publicamos vídeos, imágenes y reseñas sobre películas de «cine bizarro», videojuegos, comics… además de muchos memes y montajes, que son las entidades comunicativas y expresivas más recientes, propias de eso que se está empezando a llamar «cultura de Internet».

      Lo que se denuncia en el artículo, Sergi, es que el mundo de lo indie y el hipsterismo tiende a encumbrar estas referencias culturales y a insertarlas en las «lógicas de distinción» que han estado presentes en el sistema cultural de Occidente durante siglos. No sirve de nada que defendamos el valor cultural de los comics y los juegos para que los tratemos con la misma visión elitista y acrítica con que se ha tratado durante siglos la «Literatura Universal», el «Arte» y otras expresiones en «mayúscula». Abogamos por desmitificar las «grandes expresiones culturales» de la «Historia» y, por eso mismo, desmitificamos también los nuevos «tesoros» de la cultura actual.

      Para acabar, en cuanto lo del modo de vida como «nuestros abuelos», en el artículo no se mencionada nada al respecto. No se hace ninguna alegoría del carajillo en el bar ni nada parecido. Ni mucho menos se habla de qué o cómo es un «hombre de verdad». Al contrario, se critica que, si bien estamos alterando los modelos demográficos «tradicionales» de producción y reproducción, la Posmodernidad no nos trae verdaderos cambios de cara a una ruptura con el Patriarcado. Quienes somos «hipsters», «indies» u «hombres sensibles», a menudo, enmascaramos mejor nuestro machismo, pero lo seguimos practicando. En este sentido, no abogamos por una masculinidad rancia estilo siglo XX, pero tampoco por una masculinidad formalmente «sensible» o «más cuidadosa» pero de igual manera machista. Abogamos, ahora y siempre, por «estrategias de ruptura» reales. Aunque, en este aspecto, a muchas y (sobre todo) a muchos nos queda mucho que aprender.

      Una vez más, gracias por la atención que has prestado a este artículo, Sergi. De verdad, gracias.
      Un saludo.

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  2. Menuda cantidad de sandeces, no merece la pena responder pero en fin.. O sea coleccionar comics y juegos con 30 y no tener hijos es de patético teenager, tenemos que ser como nuestros abuelos, ponernos a trabajar con 12 años, con 20 ya tener familia numerosa que alimentar, una vida de trabajo, sacrificio, acostarse a las 9 y como mucho una partida de cartas con carajillo el domingo en el bar. Eso es ser un hombre de verdad, claro que sí.
    Tu flipas

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  7. Totalmente en desacuerdo con el párrafo dedicado a las «tejedoras» o urban knitting… quizá no sea adecuado confundir una tendencia determinada con un movimiento definido u orientado. Precisamente los colectivos que trabajan en torno al Urban Knitting son informes, aparecen y desaparecen sin una necesidad de continuidad y movidos por el uso del espacio público para el ciudadano de una manera lúdica (hay vida mas allá del pasamontañas, pero cuando quieras pueden tejerte uno de ganchillo xD http://www.isissaz.com/works/30_guerrilla-ganchillo ).

    Calificas la actividad como «no agresiva» o inofensiva, simplemente se trata de la transmisión de conocimientos o de una labor tradicional de forma horizontal y participativa, te sorprendería ver que los interesados e interesadas responden a todo tipo de ciudadanos y bastante alejados de lo que llamas «hipsterismo». Ingenieras, diseñadoras, obreras, estudiantes, amas de casa, abuelas, administrativas, arqueólogas, escolares… son grupos heterogéneos que disfrutan de una actividad común en el espacio público y lo comparten a través de los afectos.
    El ganchillo es la excusa. Te cambio los tés y las pastas por cerveza y porros y ¿hablamos de otros colectivos mas efectivos, radicales y menos buenrolleros? ¿o alimentamos tópicos?.

    Si, la lana es inofensiva y amable, también lo puede ser besarse en público y diversos colectivos lo utilizan como medio de reivindicación. Respecto a lo de «casi nadie se preocupa por las miles de personas que duermen en la calle» podrías echar un ojo a las múltiples iniciativas de grupos de tejedoras colaborando con diversos agentes sociales tanto a nivel local como internacional (desde lo colectivos que ayudan a personas con riesgo de exclusión en un barrio a los refugiados sirios).

    Por último, estos colectivos trabajan de forma autogestionada y autónoma, aunque algunas instituciones públicas lo aprovechen y se apropien en casos puntuales como de tantas otras iniciativas.

    Salud,

    Rafael,

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    • Lo primero de todo, gracias por este documentado y bien razonado comentario, tan poco usual para el mundillo de Internet, Rafael.

      Mientras leía tus líneas sobre el mundillo del Urban Knitting, no he podido evitar pensar: «parece que una puede tener vacíos informativos en su trabajo de documentación… suerte que siempre hay alguien que tiene más y mejores datos». Por lo tanto, te invito/conmino/»reto» a que escribas algo que, sin duda y con muchísimo gusto, publicaremos en esta misma web.

      Así que una vez lanzada la invitación/amenaza, quiero reconocer que veo algún potencial interesante en el Urban Knitting como el hecho de que parece querer subvertir (en alguna medida) el orden espacial imperante: algo propio de un ámbito privado se traslada a la calle, al espacio público. Muy interesante. Además, el resultado es estéticamente amable y puede tener algún mensaje (más o menos) reivindicativo asociado. Pero lo que quería decir era que el Urban Knitting en sí mismo parece ser poco explotado en su vertiente más política, cuando, precisamente, «parece» un acto político.

      ¿Hasta qué punto estamos explorando las posibilidades de ese análisis/acto-de-apropiación del espacio público? Y, ¿hasta qué punto nos quedamos en el puro colegueo de hacer algo que haga a la ciudad «más bonita» (y punto)? (Aunque estoy de acuerdo en tu gran apunte sobre «cambia tés y pastas por cervezas y porros»: todas conocemos centros okupados o similares en los que pueden llegar a reinar la apatía y el «apalanque» más duros).

      Una pregunta que planteo, con mucho interés en una posible respuesta, es: ¿de qué forma interviene el Urban Knitting en la conformación de una (o varias) idea(s) de feminidad y su encaje en el espacio público? O, por ejemplo, me pregunto también: ¿el «embellecimiento» del espacio público es en sí mismo algo transformador o sólo maquillaje?

      Seguramente a todas y todos (y a mí personalmente) nos queda mucho por conocer en torno al Urban Knitting y otro tipo de expresiones culturales del siglo XXI. De hecho, la principal intención de este post era visibilizar este tipo de manifestaciones y plantear una serie de preguntas que, por parte de las ciencias sociales (y tal vez también por el mundo del arte), se están dejando a un lado. El párrafo al que aludes es claramente crítico con el asunto, pero demuestra otra cosa también: quien lo escribe declara su más profundo interés por una cuestión que considera que está siendo poco comentada y que merece más atención.

      Por ello, una vez más lanzo la invitación a indagar más y mejor sobre esto del Urban Knitting y sus diferentes caras, corrientes, vertientes o cosmovisiones, y asimismo, agradezco nuevamente tu comentario.

      Wu Ming le guarde a Vd. muchos años.

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    • Pero, «anarwsme», ¿cómo va nadie a hacer un TFG sobre hipster, indies y cosas por el estilo? ¡¿Nos hemos vuelto locas o qué?! Eso no es ciencia ni es náh… A ver, por favor, seamos gente seria.

      (Gracias por tu comentario, sería muy interesante plantear algo así. Si alguien encuentra algún trabajo académico sobre esta cuestión, nos encantaría que nos informase de ello por los canales habituales y con mucho gusto charlaríamos/debatiríamos/publicaríamos el tema. Igualmente, animamos a todo el mundo a indagar sobre estas curiosas encrucijadas conceptuales de la Posmodernidad, la cultura «popular» y su reflejo material. Nuevamente, gracias por tu interés, anarwsme).

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